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Para algunos es una manera de pasar el tiempo, para otros una forma de conectar con extraños que tienen distintas experiencias personales que vale la pena conocer.

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¿En qué consiste leer a una persona? Es una costumbre que nació hace algunos años y que en muchos países se aplica con el fin de la pandemia y el reinicio del contacto más estrecho entre personas. 

Por más que parezca difícil o quizás incómodo, este tipo de prácticas busca ser un motor de empatía entre hombres y mujeres de distinta raza, sexo, religión y edad. Quizás un puente entre la diversidad de culturas y de formas de concebir y vivenciar el presente. 

De hecho, una biblioteca humana es nada más ni nada menos que un espacio al que asisten personas para escuchar a otras. En algunos casos, la experiencia transcurre en un café o un restaurante previamente seleccionado. En otros, en centros educativos o espacios pertenecientes a organizaciones sociales. 

El funcionamiento varía según cada biblioteca. Pero, por lo general, la persona interesada en “leer” a otra se acerca hasta un punto en el que se llevan a cabo estos encuentros y manifiesta su intención de escuchar a alguien. Tras acordar los tiempos y las condiciones, el “lector” se sienta alrededor de una mesa y escucha a su interlocutor. 

¿Sobre qué? Sobre su historia personal, su origen, sus aspiraciones, los desafíos que enfrenta o sus inquietudes. También sobre política, deporte, religión y asuntos de la agenda local o internacional. En oportunidades, esto termina en conversaciones que pueden prolongarse por horas. También ocurre que el “lector” se limita a escuchar la narración de su “libro” y al terminar se retira sin un intercambio largo o profundo. 

Todo depende del “lector” y del “libro” elegido: las intenciones del primero y cuán dispuesto a conversar y a recibir preguntas se encuentre el segundo. El tiempo puede oscilar, pero en algunas ocasiones se limita a 15 minutos, aunque se han registrado “lecturas” de varias horas. 

Pero a todo esto se le suma un ingrediente más: el título. En algunas bibliotecas humanas está predeterminado de qué asunto o tópico puede o quiere hablar el “libro”. En este tipo de librerías no se estila tener una conversación abierta, sino un tema del que conversar y ello se suele escribir en un papel colocado delante de una mesa. La regla es no apartarse del eje de esa conversación.  


El origen

¿Cuándo surgió esta práctica? La primera experiencia fue en Copenague, Dinamarca. En 1993 un grupo de amigos puso sobre la mesa la necesidad de tener espacios de intercambio con extraños sobre los temas que les preocupaban. Este planteo surgió luego que uno de ellos fuera víctima de un ataque violento en la calle. A través de la ONG Stop the Violence presentaron la idea en el Festival de Roskilde, uno de los mayores festivales de verano que se celebran en Europa.

Luego surgieron movimientos similares en varios países del mundo, y posteriormente hubo una expresión global que se llamó Human Library, que promueve estos encuentros y que dice poseer ya más de 30.000 miembros en todo el planeta. El lema o eslogan del movimiento es “No juzgues un libro por su tapa”, que en este caso es lo mismo que decir no juzgues a las personas por su aspecto.

Desde aquel entonces, esta organización y otras de similares características subrayan que el objetivo de las bibliotecas humanas es ayudar a construir la comprensión desde la diversidad, proporcionando un marco para conversaciones reales sobre cuestiones importantes. 


Expansión

El éxito que tuvieron las primeras bibliotecas humanas animó a extender la idea por otros países. Rumanía, Islandia, Noruega, Canadá, India, Italia, Estados Unidos, Portugal y España fueron los primeros. Ahora se afirma que en 80 países de todo el mundo es una práctica común y en otros tantos surgen expresiones temporales. 

¿Qué sostienen los organizadores? Que en un mundo cada vez más conectado por redes sociales y las aplicaciones de los celulares se ha perdido el cara a cara, la conversación y el intercambio sano de ideas. Además, manifiestan que en una sociedad con sobreabundancia de información de los medios de comunicación queda cada vez menos espacio para la empatía y la comprensión de aquel que opina diferente. 

Esta realidad, añaden, se vio agravada por la pandemia del Covid 19 y el asilamiento que durante dos años afectó a gran parte del mundo. Las dinámicas de intercambio han sido distintas en este lapso y la hiperconectividad desplazó minutos de la conversación con un café o un almuerzo delante. 

Para algunos, participar como “lector” o como “libro” es una manera de pasar el tiempo, para otros una forma de conectar con extraños que tienen distintas experiencias personales que vale la pena conocer. 

En varias ciudades surgieron como un mecanismo de inclusión para ciudadanos excluidos por diferentes motivos de la comunidad; para darles voz y un espacio en el que poder expresarse de forma libre y entender el background del que proceden. En otros es algo más sencillo: pasar tiempo de calidad con alguien que no es cercano.


Best buddies

A partir de la idea de las bibliotecas humanas se popularizó la organización de eventos para que extraños que tengan en común alguna condición o patología puedan oficiar de “libros”. Por ejemplo, la organización internacional Best buddies organiza reuniones en varios países para que los portadores de una enfermedad o quienes atraviesen una situación de vida similar puedan tener espacios de diálogo con desconocidos para divulgar su mensaje.

Entre otras cosas, promueven que ellos sean portavoces de sí mismos y den a conocer su historia personal. En este caso, los eventos comienzan con una ronda de presentación y de ahí se pasa a programa de encuentros rápidos de 15 minutos y se finaliza con una mesa redonda de intercambio.

Además, cuentan con un programa adaptado a las empresas centrado en la reducción de las desigualdades entre los trabajadores y con el eje puesto en evitar situaciones de acoso o maltrato. 


En Uruguay

En nuestro país hubo experiencias tímidas, pero nada que se haya prolongado en el tiempo. Es más, muchas personas no saben aún de qué se trata.

La última oportunidad en la que se pretendió hacer algo masivo fue en 2019, durante el Día Internacional de la Democracia, que se conmemora el 15 de setiembre. En esa oportunidad, en el Mercado del Inmigrante de Montevideo unas 16 personas oficiaron de “libros”, compartiendo sus historias durante 15 minutos entre quienes transitaron por ese espacio. 

En ese mismo año, el Centro Cultural de España organizó una biblioteca humana bajo el lema “Todos migramos”, donde la migración fue el tópico central entre los que participaron.


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