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Los caminos hacia la responsabilidad afectiva

Por Alejandro Rodriguez


Consiste en reconocer y asumir que nuestros actos causan emociones en las personas con las que nos relacionamos. ¿Qué alcance tiene este nuevo concepto que busca moldear el vínculo de padres e hijos, parejas y amistades?  

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Mucho se habla de la responsabilidad afectiva. Y tiene que ver con la necesidad de conectar un poco más con las emociones del otro en un momento donde las amistades y los vínculos afectivos son efímeros, y nacen y caducan a fuerza de clics y los “me gusta” en las redes sociales.

Pasa por hablar sobre nuestros sentimientos y expectativas, tener una buena comunicación con compañeros de trabajo, parejas, amistades y familiares. Además, hablar de lo que nos molesta y poner límites de mutuo acuerdo con la intención de mantener el respeto y evitar malos entendidos o episodios que provoquen dolor o malestar en uno mismo y terceros.

El concepto comenzó a utilizarse con fuerza de la mano del término ghosting, que refiere al comportamiento de las personalidades pasivo-agresivas, las cuales para poner fin a una relación de cualquier naturaleza cortan de golpe la comunicación sin ninguna explicación ni motivo. En contraposición a esta conducta, se promueve la responsabilidad afectiva en el entendido que se pueden evitar las angustias de las rupturas repentinas de los vínculos. Pero por supuesto que la responsabilidad afectiva trasciende esas situaciones. 


Aristas

Se parte de la base que es necesario incentivar el intercambio entre las personas sobre las emociones que se transitan: lo que molesta, lo que disgusta, lo que agrada y lo que genera expectativas. Es así que se aconseja a padres que dediquen tiempo a conversar con sus hijos, conocer sus preferencias e intercambiar de manera interesada sobre sus inquietudes. Una charla a tiempo fortalece los lazos y desarrolla la confianza mutua.

Lo mismo ocurre con familiares, ya sea los más alejados, como los más cercanos. En ocasiones, la vida diaria obliga a mantener breves comunicaciones, ya sea por redes sociales o por WhatsApp o mensajes de audio. Conectar con las emociones de padres, hijos, abuelos o tíos colabora con la generación de lazos más estrechos. Y en caso de desear la interrupción de esas relaciones, ya sea por disputas o desencuentros, se aconseja también comunicar lo que se siente de manera respetuosa y escuchar lo que el otro tiene para decir. 



Distancia

Los promotores de la responsabilidad afectiva son defensores de comunicar cuando una persona quiere tomar una distancia de un vínculo y explicitar los motivos. Además, subrayan que es necesario que se aclare que la distancia es definitiva o por un tiempo. De esa manera, se evita crear falsas expectativas. 


También pasa por trazar límites de muto acuerdo sobre qué compartir y qué mantener en reserva. Por ejemplo, en las relaciones de pareja se aconseja comunicar al otro las conductas que no son de agrado y cuáles sí lo son, clarificar además qué espacios pertenecen a otros vínculos y cuáles son destinados para el disfrute con amistades o familiares. En el caso de los padres significa imponer autoridad frente a sus hijos cuando se entiende que los comportamientos son equivocados, pero también explicar los motivos y posibles alternativas para conservar un vínculo sano.

Asimismo, se debe buscar la validación del otro, es decir aceptar sus sentimientos pese a que difieran de los propios. Para esto se debe tener en cuenta que ninguna persona es más importante que la otra en una relación. Los compañeros de trabajo son pares, los amigos también lo son y los familiares y parejas se deben mutuo respeto aún al pararse en veredas enfrentadas ante algunas situaciones. 

Hablar de responsabilidad afectiva también significa pensar en las consecuencias de los actos. Las cosas que hacemos y decimos tienen efecto en los demás. Por ello, es interesante reflexionar sobre estos posibles impactos antes de tomar decisiones o decir cosas que podrían causar malestar.

Un término vigente en la actualidad es el de la “toxicidad”. Se señala que una persona o una relación es “tóxica” cuando no es sana y suele generar episodios de dolor o angustia. Quienes promueven la responsabilidad emocional suelen ubicarse en la vereda de enfrente de estas personas y aconsejan un alejamiento.

Pero más allá de todos estos tips, se debe aprender a incluir los conflictos en el día a día. ¿Para qué? Para administrarlos de la mejor manera posible. Porque el disenso es parte del diario vivir y la contraposición de sentimientos y opiniones es imposible evitar. Discutir siempre no es correcto, pero en las relaciones no todo es favorable e idílico. Por ello, que se creen conflictos significa un desafío: aprender a lidiar con ellos con respeto. 


Dependencia emocional

Los promotores de la responsabilidad afectiva también piden no confundir ese concepto con la dependencia emocional. Es decir, se rechaza que el bienestar propio deba necesariamente estar ligado a las emociones o sentimientos que nos transmitan terceros. La fortaleza interna y la autonomía son valores a conservar.


La psicóloga española Marta Martínez Novoa es una de las expertas que más desarrolló y explicó el concepto de responsabilidad afectiva. Es autora del libro “Que sea amor del bueno”, donde profundiza en la idea. 

La publicación comienza señalando que “resulta curioso que, con lo importantes que son los vínculos en nuestras vidas, nos cueste tanto pararnos a pensar en cómo cuidarlos y cómo cuidarnos a nosotras en ellos. Aunque, en realidad, esto cobra sentido si pensamos que, en el colegio, nos enseñaron a sumar y a restar, pero no a ponerle nombre a nuestras emociones, ni a saber «leer» las de los demás, ni a entender que la persona que tenemos enfrente también es una caja de sentimientos y que los nuestros se agitan cuando empezamos a sostener la «caja ajena» y a moverla según nuestras necesidades, vivencias y visiones”. 

Martínez Novoa aconseja a cada persona “sentarse cara a cara con la forma de relacionarse con los demás”. Advierte que “da vértigo, da miedo y, muchas veces, ni siquiera le vemos el sentido o la utilidad a pensar sobre ello”, pero subraya que “si todos lo hiciésemos, nuestras relaciones no solo serían más sanas, sino también más equilibradas, satisfactorias y empáticas”.

A su entender, la fragilidad con la que se construyen y destruyen vínculos es producto de la sociedad actual. Para evitar esto, dice, es necesario apelar a la responsabilidad afectiva, entre otras cosas.


Esfuerzo y cuidado

La también psicóloga española María Esclapez publicó recientemente un libro titulado “Me quiero, te quiero”. Allí hace referencia a la responsabilidad afectiva y señala la importancia de “hablar sobre los propios sentimientos, respetando los de la otra persona”.  Subraya como importante “dejar claras las intenciones y expectativas” en el caso de las relaciones de pareja e insiste en “negociar límites y respetarlos”, lo que se aplica para todo tipo de vínculo.

En su cuenta de Instagram publica breves reflexiones y consejos. “El esfuerzo es necesario. Las relaciones hay que cuidarlas y eso requiere tiempo y energía. Comunicación, tiempo de calidad juntos/as, responsabilidad afectiva. No es fácil tener una relación, pero tampoco tenerla ha de ser un infierno”, escribió en uno de sus posteos.

En definitiva, la escucha, el respeto, la consideración por el otro y sus sentimientos, además de la vinculación desde la comprensión, permitirá fortalecer los lazos afectivos y ser responsables con lo que se genera en los demás. 

 
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